Hoy traemos a nuestra sección de entrevistas a nuestro Guardia Civil favorito, Serván Peguero, que tras su intensa preparación para acceder al cuerpo de montaña de la Benemérita Institución se encuentra actualmente destinado muy lejos… nada menos que en Cangas de Onís, donde seguro que hace una labor de servicio propia del Cuerpo al que pertenece y cualificada por su talante personal y su vocación salesiana. Aunque esté lejos físicamente, él está en presencia y espíritu muy cerca de nosotros, como siempre. En la foto lo veis donde más le gusta estar, en la montaña. ¡Muchas gracias, y cuidado con la montaña!
Háblanos un poco de ti... ¿desde cuándo eres Salesiano Cooperador? ¿Cómo viviste el día de tu Promesa? Cooperador soy desde el año 2007, pero Salesiano… Salesiano soy desde mucho tiempo antes aunque no pueda definir una fecha concreta, precisamente por eso fue por lo que un día de mayo de ese año 2007 hice público mi compromiso. Lo cierto es que el día de mi promesa fue un tanto extraño para mi, quizás no viví ese hecho tan profundamente como otros de mis hermanos. Estaba viviendo una etapa un tanto convulsa de mi vida y, aunque la promesa en sí fue un acto de convicción personal, con la puesta en escena me sentí un poco fuera de lugar, pero lo que sí recuerdo con mucho, con muchísimo cariño, es la gran cantidad de amigos que a pesar de la distancia fueron a vivir esos momentos conmigo.
¿Qué es lo que más valoras de tu vocación de salesiano cooperador? La profunda convicción de la misma.
¿Qué persona o personas son o han sido especialmente significativas para ti en tu vocación? ¿Por qué?. Han sido muchas puesto que muchas han sido las personas que me han acompañado en el largo proceso de formación desde que comenzara en Salesianos. Quizás tenga que destacar a Domingo, que nos acompañó durante los años del Vida; a Antonio y Maite, quienes me guiaron, corrigieron y alentaron durante la mayor parte de mi formación como cooperador y a quienes les tengo un especial cariño y admiración; pero sobre todo han sido importantes mis amigos, compañeros y hermanos, quienes hemos estado juntos desde la infancia y con quienes he reído, llorado, discutido y festejado. Son en gran parte responsables de la persona que soy hoy puesto que han intervenido y opinado sobre mis reflexiones tanto en los momentos formativos como en las conversaciones más intranscendentes, ellos han sido mis más cercanos acompañantes espirituales y humanos y a quienes hecho mucho de menos en la lejanía.
¿Qué es lo que más te gusta de nuestro Centro? Que somos un montón. Jeje. No lo digo sólo por la cantidad de gente, que tendrá su importancia, pero me gusta mucho que somos una gran familia, como las grandes familias que se encuentran en bodas, bautizos, comuniones y demás eventos, y con quienes, a pesar de que en algún momento concreto puedas ser crítico, se te despierta una sonrisa de alegría cada vez que vuelves a ver.
¿En qué crees que tendríamos que mejorar como comunidad? Nos vemos poco, muy poco, y aunque mi caso sea un tanto particular, creo que a nadie le pasará desapercibido el hecho de que cada vez tardamos más tiempo en ver a alguno de esos miembros de nuestra gran familia (tal y como pasa en las familias reales). Soy consciente de que no somos una familia al uso ni un grupo de colegas que se reúne sólo porque les gusta encontrarse periódicamente, pero si tan importante es en nuestra vocación la vida comunitaria… creo que esa vida comunitaria es ahora algo más deficitaria que cuando ingresé en ella. No lo digo con ningún tipo de acritud, sólo indico un aspecto a mejorar en mi humilde opinión.
Cuéntanos cuál es tu compromiso pastoral en este curso, cómo lo estás desarrollando, cómo te sientes, cómo marcha… Pues no tengo ningún compromiso pastoral para este curso, y aunque en un principio le daba vueltas a la cabeza con la intención de buscar algún campo de trabajo en el que volcar mi vocación pastoral, me he tenido que rendir a la evidencia de que es algo que por ahora no puedo “programar” en mi PVA puesto que últimamente vivo sujeto a muchos cambios. Por motivos de trabajo, desde mayo resido en Cangas de Onís (Asturias), aún me encuentro en fase de adaptación y sin embargo, aunque en principio he venido aquí para pasar bastantes años, no descarto la posibilidad de que tenga que realizar algún otro cambio antes de que termine este. Eso sí, tengo muchas ganas de asentarme definitivamente en un sitio en el que pueda desarrollar mi vocación pastoral.
A tu entender, ¿cuáles son las principales necesidades de los jóvenes de nuestra ciudad y cómo podríamos darles respuesta desde nuestro Centro? Creo que las necesidades de los jóvenes de hoy día en el barrio del Zaidín, incluso la ciudad y provincia de Granada, están más que estudiadas por miembros de nuestro centro y son conocidas por todos nosotros. Al menos así lo afirmamos cuando nuestros hermanos nos lo exponen en las reuniones del Centro. La principal necesidad de los jóvenes de Granada hoy día es que los Salesianos Cooperadores de Granada sean lo que afirman ser, y digo esta frase orientando el dedo acusador sobre mi mismo en primer lugar. Todos hemos vivido en algún momento esa situación en la que alguien te está contando algo y no para de irse por las ramas hasta que tú, desesperado, le increpas para que vaya al grano. Creo que hoy el Centro de Granada somos ese alguien.
Y por último, cuéntanos alguna anécdota divertida que te haya ocurrido en tu "vida salesiana". Puff, ¡mi vida salesiana es muy larga! ¿Y ahora qué cuento yo? La verdad es que cualquier anécdota que pueda recordar, que a lo largo de tantos años son muchísimas (las que recuerdo yo no son tantas, que ya sabéis lo limitado de mi memoria), tiene bastante más gracia si la cuentan Juan Félix o Curro mientras tomamos unas tapillas en cualquier bar pero… bueno, contaré la del pavo. Jajajaja. A algunos de vosotros seguro que ya os está viniendo a la memoria. Lo cierto es que no recuerdo exactamente el año que era, no sé si fue en el campamento del Luz-I o Luz-II, la cuestión es que éramos unos críos y estábamos de campamento (como animandos, claro) en el colegio de Antequera. Creo que Paco Mármol era el director por aquel entonces y también andaba por allí Morente con su característica “malafollá”, aunque no fuera granaíno. El caso es que por aquél entonces yo tenía una empanadilla encima impresionante y, aunque me juntaba con los “malotes” del campamento, era el lila del grupo. Una tarde, andaba yo buscando a mis amigos cuando al fin conseguí verlos a lo lejos, yo estaba en un extremo del patio, cercano a la capilla, y ellos estaban en el otro, cercanos al césped que había junto a la piscina. Iba yo acercándome hacia ellos cuando, de repente, uno de los amigos, el más “travieso” de todos, aparece como un rayo tras la vuelta de la esquina y corre como una exhalación en mi dirección animando al resto a que lo siguieran, ellos se asomaron a la esquina y salieron tras él corriendo como si les fuera la vida en ello. Yo, confundido e intrigado por lo que podría haber ocasionado semejante estampida, me quedo con cara de atontado mirando a mi alrededor y decido llegar hasta la esquina para ver con mis propios ojos qué es lo que espantaba a mis amigos. Una vez allí, a la vuelta de la esquina, pude ver cómo uno de los muchísimos pavos que por aquel entonces había en el colegio salesiano, se debatía entre la vida y la muerte dando grandes aleteos revolcándose por el suelo boca arriba. Evidentemente, el pobre había sido víctima de una certera pedrada de mi querido amigo. Yo, que por aquel entonces tenía un gran espíritu ecologista e incluso era el “presidente” de la Agrupación Infantil para la Protección de la Naturaleza (Jajajaja) que nuestro hermano Salva me había ayudado a instituir, no podía quedarme allí sin hacer nada, ¿cómo iba a huir junto a mis amigos habiendo allí una pobre criatura que estaba sufriendo? Aunque me costó un poco tomar la decisión, me dirigí hacia él con la intención de acabar con su agonía. Alcé sobre mi cabeza un bloque de hormigón, apunté hacia la cabeza del pobre animal, y justo en el instante en que solté el proyectil una profunda voz me increpó desde la lejanía, era Paco Mármol que me había visto perfectamente. En un principio nadie creyó que mi intención había sido piadosa y durante muchos años esa historia me estuvo persiguiendo por todos aquellos encuentros inspectoriales a los que iba. Ya se sabe, mata un pavo y te llamarán “matapavos”. No sabía yo entonces hasta qué punto estaba siguiendo los pasos de D. Bosco, quien también tiene una anécdota con un pavo.
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