Pues para que saliera todo tan bien la mañana comenzó temprano y fría. Preparar las vallas, los fuegos, los peroles, ultimar las compras, los talleres, dividir funciones….. multiples detalles que quedaban pendientes. Como el dia de una boda, con muchos flecos por hilvanar pero que se fueron haciendo realidad conforme pasaba la mañana.
La acogida. Momento crítico del día; “vendrán?” “¿se ha avisado a todo el mundo?” “¿deberiamos haber hecho algo mas?” Las dudas nos asaltaban tras los primeros 40 min. En los que no entendíamos que no todo se dispone según el trazo, que se puede atrasar por motivos laborales, el mercadillo, por vergüenza. Hasta nuestros animadores de calle con coche por delante y megánfono llegaron al mercadillo anunciando que el colegio estaba abierto a todos, que todo lo que había en él era gratis, y como algunos decían “al cura se le ha ido la olla”. Fueron llegando no por oleadas, ni con cuentagotas, sino en familia. Familias disimuladas que pasaban delante del cole y que iban recalando. Con saludos tímidos iban siendo acogidos por la Familia, atendidos, bien recibidos. Se les explicaba el por qué de este proyecto, se les abrían las puertas de nuestro colegio, de par en par.
Tras la comida, dilatada en el tiempo, pero grata y confortable, el tiempo pretalleres fue amenizado por diversas canciones en grupo, entre ellos uno de los mejores “Gusanos” que desde hace mucho mucho tiempo no se veían. Los talleres, las actividades deportivas, la merienda, el Gran Juego fueron los que acompañaron la tarde, que iba perdiéndose mientras volvía el frío.
La animación nocturna tuvo dos momentos, tal y como se esperaban. El primero en el que algunos de los pequeños querían participar, el otro, el mas difícil, que los más grandes quisieran compartir su sábado noche con nosotros. Aquí volvimos a no entender los tiempos planteados, que no tienen por qué cumplirse, ya que con todo terminado, y en teoría, fuera de hora, se recibió una llamada de un grupo de jóvenes-adultos con ganas de entrar en el cole, ver quiénes son los que se le han ido la olla, y sobre todo, estar un rato acogidos, sentirse escuchados, valorados, importantes, en definitiva, volver a ser personas.
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